No paraba de hablarme. Y seguía y seguía y no callaba. No es que no quisiera escuchar lo que decía, pero... mientras, la notaba a Ella a mi lado, callada, e intuía qué pensaba. ¿Se sentiría mal? ¿Se sentiría desplazada o algo así? La miré de reojo y noté cómo agachaba la cabeza. Hacía ver que estaba pensando. Bueno, tal vez fuese realmente así.
De pronto, el parloteo cesó. Ni siquiera sabía qué me había estado diciendo. Se fue y, por fin, pude centrarme en Ella.
Puse una mano sobre su hombro y me devolvió la mirada. Sonrió; a lo mejor no estaba molesta.
La misma voz de antes hizo que me volviese ligeramente, y entonces noté de nuevo una expresión diferente en su rostro. Me quedé mirándola mientras la voz trataba de captar mi atención de nuevo, pero no podía; nadie podía competir contra Ella.
Hice un gesto con la mano para acallar a aquello que hacía que me zumbasen los oídos, y entonces, le dije a Ella:
-¿Salimos a dar una vuelta?
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