jueves, 28 de febrero de 2013

El reflejo

   Emily se fue de allí echando humo; ya no había marcha atrás. Se sentía terriblemente furiosa e incomprendida. Pensó que todo le daba exactamente igual dadas las circunstancias, que era demasiado tarde como para solucionarlo. Seguramente tuviese razón.
   Estaba cansada de su hermana, siempre repitiendo constantemente una y otra vez las cosas, dando órdenes y considerando las cosas según su punto de vista, sin tener en cuenta el suyo. Y a su hermano, el que había sido su apoyo y su constante, ni siquiera estaba disponible para ella. El amor le mantenía demasiado ocupado. 
   "El dichoso amor" -pensó Emily, avanzando por el bosque a grandes zancadas. 
   El amor solo le había traído problemas. Problemas que habían ido amontonándose hasta formar una torre tan, tan inestable... que finalmente se venció. La caída de ésta solo logró que todo se torciese aún más, si cabía. 
   Incluso sus "amigas" le habían dado la espalda. Así que, ¿qué clase de amigas eran? 
   "¿Y qué clase de amiga soy yo?" -se preguntó, deteniéndose por primera vez. Había llegado al fin a su lugar favorito, el sitio en el que toda persona que la conociese lo suficiente sabía que la encontraría; la playa. Desde que tenía uso de razón recordaba haber huido (a pesar de que lo tenía prohibido) hacia allí, para sentarse sobre la fina y cómoda arena, mirar el mar y oírlo, y dejarse llevar por la imaginación o simplemente reflexionar. 
   Se aproximó a la orilla, se remangó los pantalones y se adentró poco a poco en el agua. Observó el vaivén de las olas y siguió preguntándose una y otra vez lo mismo. Su hermana siempre se quejaba de la excesiva bondad que poseía el corazón Emily. Y de lo confiada que era. ¿Cómo podía serlo, si había vivido los primeros años de su vida huyendo de alguien que desconocía y sintiéndose segura únicamente en compañía de sus dos hermanos? No tenía ni idea, pero lo era. Y empezaba a odiar esa parte de ella. Todos se habían marchado, incluso su propio hermano. Había depositado su confianza en ellos... ¿y para qué? Para terminar, de una forma u otra, sintiéndose terriblemente sola. 
   En aquel momento, Emily retrocedió en su mente a pocos años atrás, cuando su única compañía era su propio reflejo en el agua... justo como en aquel preciso instante. Fue entonces cuando se sumergió, aún vestida, y deseó no volver a salir nunca más a la superficie. 

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