Estaré aquí...
¿Por qué..?
Estaré esperando... aquí...
¿Para qué?
Estaré esperándote... a ti... para...
Si vienes aquí... Me encontrarás. Lo prometo.
Si vienes aquí... Me encontrarás. Lo prometo.
Un relámpago iluminó todo el cielo y la lluvia cayó sobre nosotros. Estábamos solos en aquel páramo, y el cielo oscuro se cernía sobre nosotros como el aguacero.
Seifer alzó su sable-pistola y esbozó una sonrisa de triunfo a la par que me miraba desafiante. Tan solo hacía unos segundos que había mandado mi propio sable-pistola directo al cielo, haciendo que a su caída se clavase en el rocoso suelo.
Extraje mi arma del empedrado terreno sin apenas esfuerzo, y arremetí contra él.
Seifer consiguió apartarse y asestarme otra estocada que yo frené. Hice una finta y nuestros sables-pistola volvieron a chocar estrepitosamente. Durante un segundo creí haberle desorientado, pero cuando me dispuse a atacarle, fue él quien logró esquivarme haciéndome perder un poco el equilibrio. Cuando me volví para mirarle, Seifer Almasy se había llevado su sable al hombro y había estirado su otro brazo para hacerme señas de que me acercase. Volvió a esbozar aquella sonrisa de triunfo, como si ya supiese que la victoria sería suya.
Seguimos combatiendo con nuestras armas. Le asesté un golpe con energía y él luchó por mantener mi espada lejos de su rostro. Logró echarme atrás, por lo que reanudamos el combate. En una de éstas, yo tuve que agacharme para esquivar un poderoso mandoble.
Se acercaba el final de nuestro enfrentamiento.
Corrí hacia él, armándome con toda la energía que me quedaba, empuñando mi sable-pistola y llevando el dedo al gatillo de la misma. Pero Seifer actuó más rápido. Extendió su mano y lanzó un ataque mágico hacia mí. La magia Piro, por suerte, no logró darme a mí, sino a mi espada, que frenó el ataque pero me lanzó al suelo. Rodeado de humo y cenizas, traté de levantarme. Cuando alcé la vista, me encontré con una imagen perturbadora: Seifer había alzado su arma y se disponía a asestarme un poderoso mandoble. Lo más turbador de aquella imagen, es que él sonreía con malicia.
Corrí hacia él, armándome con toda la energía que me quedaba, empuñando mi sable-pistola y llevando el dedo al gatillo de la misma. Pero Seifer actuó más rápido. Extendió su mano y lanzó un ataque mágico hacia mí. La magia Piro, por suerte, no logró darme a mí, sino a mi espada, que frenó el ataque pero me lanzó al suelo. Rodeado de humo y cenizas, traté de levantarme. Cuando alcé la vista, me encontré con una imagen perturbadora: Seifer había alzado su arma y se disponía a asestarme un poderoso mandoble. Lo más turbador de aquella imagen, es que él sonreía con malicia.
Tardé un par de segundos en percatarme de que su ataque ya había cesado. Me había quedado en shock. Al poco, noté cómo me ardía la cara. Un dolor terrible se había apoderado de toda mi cabeza, y un ardor me recorría la frente, la nariz y parte de la mejilla. Noté un sabor metálico. Por mi labio caía sangre.
Llevado por la rabia, me armé de nuevo con mi sable-pistola, y efectué el mismo corte en el rostro de Seifer. Sin duda, él no se esperaba aquel contraataque.
Después, todo se volvió blanco.
Después, todo se volvió blanco.
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